una gota de psicodelia

En la pequeña puerta (de entrada) podemos ver el cartel que nos advierte una zona de peligro. Lo ignoramos.

Un extraño pero familiar recepcionista nos ofrece con una sonrisa una gran variedad de efectos secundarios los cuales recibimos y con cuidado guardamos para el final.

Caminando por los pasillos nos integramos de a poco en las alucionaciones próximas a acontecer. A medida que nos incorporamos queremos acercarnos más rápidamente y corremos por el largo pasillo que parece no tener fin.

Un fuerte ruido nos indica que ya estamos cerca y nuestra ansiedad nos hace correr aún más rápido ignorando que ya hemos salido del pasillo.

Despertamos. Pero en otro lugar.

Claramente, no fuimos a donde nos dirigíamos. Pero la emoción nos hace disfrutarlo infinitamente...

Y al parecer, es más fácil encontrar la salida que la entrada.