lunes, 1 de junio de 2009

inerte y en movimiento


los saltos que alguna vez pudieron ser la expresión de su felicidad son ahora lo que indica la falta de certeza en todos sus movimientos que han sucumbido a la agonía de su cuerpo completo.
flota inerte en el ambiente hostil que sus prejuicios crearon, flota inmune ante los intentos de felicidad que su cuerpo impone de manera aleatoria, y su influencia que deriva de manera extraña sobre las mariposas con pocos colores, con esas que vuelan bajo muchas veces.
¡lo está sintiendo! ¡el cielo vuelve a desvanecer! se siente atrapado una vez más por el degradé disímil de la luz que se aleja poco a poco sumergiéndose en la oscuridad del abismo. ¡sangra! siente como caen goterones de sangre, de esa roja y oscura sangre que fluye desde las entrañas de las nubes que tuvieron los días más felices, de aquellas que nunca pensaron sucumbir ante una lluvia. Son esas mismas nubes las que ahora se ven penetradas por la lluvia roja y fría, por la lluvia que le indicó por última vez, que el cielo había muerto.

y una vez que el cielo murió ante sus ojos, que el cielo sangró y sufrió en su rostro que miraba por última vez la única estrella que quedaba: el subió al cielo y comprobó que no sólo había muerto, sino que se había llevado con él todo lo que alguna vez tuvo vida allá arriba, abandonando de esta forma la última esperanza que le quedaba, su último suspiro de fe.

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